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Oficios Típicos chilenos

Oficios y Personajes Típicos
La cotidianidad de los chilenos en el siglo XIX no era tan diferente de la de hoy. Leyendo sobre los oficios de antaño podrás adivinar cómo vivían los abuelos de tus abuelos. No había electricidad, por eso existían las personas que vendían velas, y como no había cañerías para el agua, algunas personas la traían desde los ríos hasta las casas.

                                               Los Aguateros


El aguatero, como su nombre lo indica, vendía agua. Era un personaje muy importante para los barrios porque en esa época no había cañerías que transportaran el vital elemento a las casas, por lo que las personas dependían exclusivamente de este señor para asearse y beber. Con la llegada del servicio de agua potable en 1900, el oficio de aguatero empezó a caer en desuso y desapareció.

Los aguateros andaban encima de una mula con dos pequeños barriles, uno a cada lado del animal sobre una armazón de madera. Vestían un sombrero cónico y un delantal de cuero. Llevaban una vara con un garfio en la punta, haciendo sonar un cencerro para anunciar su presencia. Cuando alguien se acercaba a comprar, el aguatero soltaba una de las dos tinajas y sostenía la otra con la vara para evitar que se cayera por la falta de contrapeso.
Había buenos aguateros y honrados, pero, hay que decirlo, había también otros irresponsables que llenaban sus barriles con agua sucia o en lugares donde otras personas lavaban ropa y daban de beber a los animales. Las autoridades hacían lo posible por fiscalizar para que eso no ocurriera y realizaba controles, pero había demasiados aguateros.

                                          El Afilador de Cuchillos


El afilador de cuchillos, es una tradición en Chile que está desapareciendo lentamente. los afiladores personajes tipicos en las ciudades, hacen notar su presencia con un silbido característico que anuncia su llegada.

                                              El Lechero


Vendía leche en pequeñas ánforas (dos tarros llenos) de hojalata, que transportaba sobre una mula.

                                                  La Lavandera



Las lavanderas cobraban por lavar la ropa. Iban con un gran canasto a lavar a las fuentes de agua.

                                            Los Suplementeros


Los suplementeros eran los vendedores de diarios, muchas veces niños que pregonaban a voz en cuello las últimas informaciones. Tal como sucede en nuestros días, la demanda por diarios y revistas aumentaba ostensiblemente en épocas electorales, durante las campañas parlamentarias y presidenciales.

                                          El Vendedor de pasto


Otro personaje importante era el vendedor de pasto, que sentado sobre su carga…No existía aún la costumbre de secar el heno y de venderlo aprensado, por lo cual se vendía el pasto verde y recién cortado. Este era un buen oficio, pues los caballos abundaban en la ciudad.

Los polleros
Andaban a pie con las gallinas vivas y cacareando al hombro. Las autoridades los obligaron a llevar a las aves en canastos o cajones, y mas tarde se les exigió vender sólo en los mercados.

                                   Los Veleros


Al atardecer aparecían los veleros en las calles con una vara al hombro de la que colgaban velas. Iban gritando: '¡velas de sebo!'. Como no había luz eléctrica las velas eran la única forma de alumbrarse en la noche.

                                           Los Hojalateros


'¡Bacinicas de hojalata muy baratas!', gritaba el hojalatero al anochecer, y con eso ya sabes lo que vendía. Pero además arreglaba utensilios de metal, ollas y tiestos a domicilio.

                                             El Panadero


Iba en una mula o a caballo con dos grandes canastos a los lados donde llevaba pan fresco. La gente salía de las casas a comprarlo. Actualmente en algunos barrios pasa un señor en un carrito vendiendo pan, este sería el equivalente al antiguo panadero.

                                El Sandillero



Vendía pedazos o sandías enteras en la plaza o en las ferias. Era muy solicitado por la gente, sobretodo en los días calurosos en que un sabroso trozo de esta fruta era muy apetecido.

                                            El Motero



Otro personaje característico y muy popular como comerciante callejero es el motero. Cuando su nostálgico grito se oía en las noches, quedaba retumbando como un eco. Comúnmente era un individuo que vivía en las afueras de Santiago y hacía su entrada a la ciudad, especialmente en las noches de otoño e invierno, con un canasto colgando del brazo, cuyo contenido iba cubierto por albos paños que resguardaban el calor de los variados productos que vendía.

Porque no sólo mote de maíz o "motemei" transportaba el motero. En el canasto había también castañas, camotes cocidos, piñones, etc. Este personaje, para iluminar su camino llevaba un farol de confección casera con una vela en su interior.

En medio del silencio y entre el rumor de la lluvia, se abría paso el pregón: "¡Mote'e mei, pelao el meyo, calentitoooo!" grito con el que el motero anunciaba su producto.

                                          El sereno



El sereno, personaje de la colonia que cuidaba las calles y anunciaba a viva voz la hora y el tiempo, decia por ejemplo; "las doce han dado y sereno".

                                            El Organillero


Un personaje típico de los barrios de Santiago era el organillero. Se lo veía pasar con la pesada caja del organillo cargada en la espalda, bien agarrada de la ancha correa que le cruzaba el pecho. En una mano llevaba la jaula con el lorito amaestrado, y en la otra el manojo de elásticos desde donde colgaban pelotas de aserrín forradas con papeles de vivos colores.

Al llegar a una esquina cualquiera, donde sabía que aparecerían muchos niños, descargaba su instrumento, colocaba la jaula sobre él, y al poco rato comenzaba a tocar sus típicas melodías. De inmediato, como por arte de magia, de todas partes surgían los chiquillos como respondiendo a un misterioso llamado. Junto con ellos también llegaban coquetonas muchachas, quienes, con el pretexto de vigilarlos más cerca, aprovechaban de saber qué les deparaba el destino; porque ése era el importante papel de la lorita: el pajarraco asomaba su cabeza por entre los barrotes y con su pico pescaba uno de los papelitos del pequeño cajón que se habría bajo su jaula.

Cuando el negocio comenzó a decaer, los organilleros introdujeron nuevas atracciones en su oficio. El más común era un mono tití, al cual vestían con diminutas ropas humanas, y que reemplazaba al lorito con sus gracias y piruetas.

                                 El Chinchinero




A veces el organillero aparecía acompañado por un socio: el hombre orquesta o chinchinero. ¡Esto sí que era un espectáculo!. Por que no sólo se dedicaba a tocar el bombo y los platillos, sino que bailaba y hacía verdaderas proezas con su "orquesta" a cuestas, saltando incansablemente sobre la improvisada pista. Cuando terminaba su espectáculo pasaba con un sombrero pidiendo una colaboración.

                                          Los guachucheros


Traficantes que normalmente trabajaban solos, aprovechaban las zonas secas de las mineras, para llegar hasta allí transportando alcohol dentro de un cuero de cabro. Para hacerlo, primero cortaban el cuello al animal y luego lo iban enrollando al revés, como una camiseta, hasta extraerlo. Así, el cuero quedaba completo. Antes que se secara, cerraban los extremos amarrando las patas con un correón, y también instalaban en el cuello un tubo a modo de “cogote de chuico”, para verter el alcohol. Asimismo, usaban cámaras de neumáticos. Las lavaban para que no quedaran pasás a goma y se las ponían en la espalda como mochila, o sobre la mula, única compañera de viaje.

                                    Fotógrafo de la plaza


Hasta la década del 70 toda plaza chilena contaba con su fotógrafo, pero los tiempos cambiaron, ahora sólo quedan aquellos que no conciben su vida sin ese completo laboratorio dentro de cajas oscuras. Verdaderas reliquias en este arte se instalan alrededor del Cerro Santa Lucía, Plaza de Armas de Santiago, Plazas de Valparaíso, Concepción y no se sabe en cuantas más a lo largo de Chile. Hoy se impone la modernidad de las cámaras que entregan fotos instantáneas.

                               El Lustra botas


En casi todas las Plaza de Armas se encuentra a este característico personaje, amable, con la picardía del chileno, que sabe de todo lo que ocurre en los alredores, profundo conocedor de la ciudad, del acontecer político, deportivo, un informador de cuanta cosa que se le pregunte, expresado a su manera y en lengua criolla.

                                    El Dulcero


Este simpático señor paseaba por la calles vendiendo dulces y pasteles en un canasto de mimbre.

                                      El vendedor de Leche de Burra


El vendedor de leche de burra, recorria las calles de santiago y vendiá la leche de burra en la puerta de las casas, como remedio para afirmar el estomago.

                               Sastre


El sastre es un hombre que se dedica a cortar y confeccionar a medida ropa de hombre, especialmente trajes y camisas. Lo que quizá no sepáis, es que también existe el término sastra para referirse a esta profesión cuando quien la realiza es una mujer.
Lo habitual es que el sastre desarrolle su oficio, conocido como sastrería, de manera artesanal. Esto quiere decir que la persona suele tomar las medidas de su cliente y realizar diferentes marcas para luego coser y cortar las prendas con exactitud. Esto hace que el trabajo del sastre sea personalizado.
Quien acude a un sastre, por lo tanto, espera encontrarse con un especialista que le permita lucir una ropa confeccionada de manera exclusiva. No es lo mismo utilizar un traje hecho por un sastre en base a las medidas específicas y exactas de un sujeto que comprar ropa en una tienda cuyos talles o números ya están definidos por defecto de su fabricación.

                                   Costurera


La costurera es quien cose las prendas. A diferencia del sastre o la modista, la costurera ni diseña ni patrona. Recibe las prendas ya cortadas y su trabajo es coserlas según las indicaciones que reciba.
Por su parte, ser costurera era la mejor opción para ganar dinero que tenía una mujer española o mestiza que quisiera trabajar y mantener su honra al mismo tiempo. Por ser considerada una tarea de mujeres, propia y apta para el sexo débil, las costureras trabajaron sin grandes restricciones o regulaciones de parte de las autoridades. Encerradas en sus casas o en la celda del monasterio, las mujeres que realizaban labores de manos como bordados, costura o zurcidos, no se exponían a los peligros de la calle y, por lo tanto, no alteraban el orden espacial, social y sexo-genérico de la Colonia. Fue por estas razones que el oficio de costureras era bien visto por autoridades y vecinos del Chile tradicional y gozó de popularidad entre las mujeres. Es más, en el siglo XX, en pleno proceso de industrialización, fue uno de los más ejercitados por las trabajadoras industriales.



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