Leyendas de Coronel: Origen del Cerro Lucata y Laguna Queñenco
Cerca de Coronel, donde la cordillera de Nahuelbuta da los primeros
pasos hacia las alturas, se yergue majestuoso el cerro Lucatá. Antes que el
desierto verde contaminara y destruyera el paisaje. A sus pies había una laguna
de cristalinas y puras aguas, llamada Queñenco, paraíso de peces y pájaros
multicolores, protegida por canelos, litres y castaños. Cerro y laguna
conforman una unidad indisoluble, tanto por la belleza escénica como por su
origen y destino.
La leyenda mapuche señala que en el pasado no existían, que la zona era
una enorme planicie, pero diversos sucesos de origen humano y divino fueron
transformando el paisaje con el paso del tiempo. En el lugar había un árbol
sagrado y junto a él creció un muchacho llamado Lucatá. Las particulares
condiciones físicas y la inteligencia del muchacho eran tales, que tenía la
capacidad de imponer su fortaleza contra los enemigos, cazar leones en la
montaña, como reconocer la belleza de las flores y hablar con los seres
superiores. Cuentan que conversaba de frente con los espíritus poderosos, quienes
lo iluminaban con sus mensajes a través del sonido del viento, los truenos y
relámpagos, el trinar de los pájaros, las señales de las nubes, la luna y los
rayos del sol.
Con toda esa sabiduría, daba consejos en los períodos de siembra, de
cosecha, advertía el peligro y resolvía disputas internas. Para nadie era un
misterio que adquiría su sabiduría a través del canelo. Cada día concurría a
él. Con el paso del tiempo cada vez le costaba más llegar, por un extraño
fenómeno. La tierra donde se encontraba el árbol sagrado se iba elevando
progresivamente, como si fuera a la par del cansancio de los años. Así, la
planicie se convirtió en una loma de tal relieve, que al morir el valiente y
sabio Lucatá, pidió ser enterrado en su parte más alta, para desde allí guiar a
su pueblo. Y así se hizo. Pero cuando sus deudos volvieron de su
entierro, un ruido subterráneo estremeció sus pasos, el suelo temblo y la loma
subió a las alturas, hasta adquirir su condición de centinela que alcanza con
su mirada al mar. Ante tamaña demostración divina, la gente del lugar bautizó
el cerro con el nombre de su notable guía y fue objeto de veneración por muchos
pueblos.
Pasó el tiempo y la gente, cada vez que llamaba a Lucatá, se hacía
presente en forma de gruesas nubes y una intensa lluvia caía sobre ese sector
de la cordillera de Nahuelbuta, conteniendo símbolos orientadores del futuro
del pueblo.
Hoy todos los coronelinos saben que si el Lucata está lleno de nubes es
señal de lluvias, lo que no saben es que esas lluvias son el signo de la
indignación del guerrero Lucatá, quién está llamando a la gente a luchar por su
emancipación para que hagan respetar sus derechos.
Cuentan los antiguos que Lucatá,l ver la sumisión o la cobardía en que a
veces caía su gente, desataba su ira a través de fuertes vientos y lluvias,
tormentas de truenos y relámpagos.
En cierta ocasión, un grupo de jóvenes jugaban palin a los pies del
cerro, mientras sus padres eran masacrados por los españoles. Ellos no habían
escuchado las voces de advertencia que había enviado Lucatá desde el cielo.
Cayó en una profunda tristeza y de una mirada lanzó su poderosa lanza y la
clavó al centro de la planicie donde jugaban los muchachos. Todos se
detuvieron y observaron con sorpresa, que del orificio brotaba agua y
rápidamente cubrió el sector, convirtiéndose en un manantial bendito, ya que de
ella se extrae el agua que beben los habitantes de Coronel. De ahí que la gente
del lugar la llamó Quiñenco (un agua) que apareció como señal de bienestar y
prosperidad, mientras el cerro se levanta como señal, como una advertencia de
lo que depara el futuro.
fuente: http://mitos-y-leyendas-de-chile.cl
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